El Prometeo moderno


Así llamó Mary Shelley a su famosa novela, precedida de la disyuntiva o y el archiconocido apellido del héroe trágico: Frankenstein. Toda la vida, que yo me acuerde, he tenido en la mente alguna imagen de Frankenstein (que sí, que Frankenstein no es el monstruo, que es el científico, pero qué le vamos a hacer si lo he llamado así desde siempre, o al menos, desde que lo tengo ligado en la mente a alguna de esas imágenes de los cientos de películas que se han hecho de él, lo cual me hace preguntarme: ¿No debería haber cerrado ya el paréntesis?). Pero sinceramente, creo que no había leído jamás una palabra acerca del tema. Ya sé que soy un ignorante, pero no puedo evitarlo. Tampoco pretendo lanzar una interpretación puntera en el ámbito de la investigación especializada. Sólo quiero contaros que me lo he leído, el libro de Mary Shelley de 1818: Frankestein, o El Prometeo moderno. Aunque para ser más exactos habría que decir que he leído la tercera edición de 1831, que suele ser la versión de mayor aceptación, porque incluye algunas correcciones y adiciones de la autora, según ella misma explica en su introducción.
Ilustración de la edición de 1831
¿Y de qué va el libro? Pues bien, el libro va de bastantes cosas. Va de Prometeo, efectivamente, que es ése que les robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, y que por ello y otros desmanes fue castigado a que un águila le comiera las tripas eternamente. Se dice que es símbolo de la soberbia y el ansia de conocimiento más allá de las fronteras establecidas. Y como no podía ser de otra manera el destino trágico, la curiosidad mató al gato.
Y de eso va la novela. Ni monstruo con la cara cosida, ni rayos ni chispa de vida. Ni un solo asesinato, ni de coña una novela de terror. ¡Que no que era broma! Hay asesinatos y un dulce terror que no sabría si definir de filosófico, existencial, trágico o clásico. Aunque bueno, esa es otra. Yo no tengo la menor idea de cómo se clasificaría esta novela. Por lo que uno puede percibir en un rápido baño por el buscador de internet, el género de esta novela debería andar entre las siguientes palabras: gótico, romántico, terror y sobrenatural. Bueno, definitivamente sería romántica, es decir, perteneciente o relativa al romanticismo. Cosa que no viene a cuento.
Porque sí, porque la novela va de uno que es muy listo y estudia y tiene ansia de saber más de la cuenta. Hasta que se hace doctor y pone en práctica un experimento que tenía rondando en mente, y que consistía en recoger pedazos de personas muertas y coserlas entre sí para después dotar al cuerpo resultante de vida mediante artes desconocidas. Tenía el gusanillo de hacer esto. Y no sólo eso, sino que él mismo confiesa que podría haberlo hecho más pequeño, pero que tenía ansia de hacer uno grande, ya que se ponía. Y lo dice clara y explícitamente, que contrario a sus primeras inclinaciones, decidió hacer un «ser de estatura gigante, de unos ocho pies de altura, y proporcionalmente ancho». Ocho pies de estatura son casi dos metros y medio. Y se pasa un montón de tiempo trabajando día y noche para conseguirlo, después de recolectar el material necesario, y al final resulta que, cuando le proporciona la vida y lo ve abrir los ojos, el doctor Frankenstein no puede soportar tanta fealdad y se echa una siesta en la que tiene sueños extraños. Cuando se levanta se va a darse un paseo, se encuentra con un colega de su pueblo que viene a vivir a Ingolstadt (que es donde él estudió y realizó su experimento), y cuando vuelven a su habitación, el monstruo se ha esfumado. ¿Qué pasa después? No saldrá una palabra de estas teclas, tendréis que leerlo.
¿Y cómo lo cuenta la autora? Pues empieza una serie de cartas en las que Robert Walton, capitán de una expedición al polo, le va contando a su hermana los avatares y pensamientos que le acaecen. Hasta que un día tienen una extraña visión sobre el hielo, después de la cual avistan a un hombre maltrecho en un trineo. Lo rescatan del agua helada y lo acomodan en el barco, donde el náufrago del polo le cuenta su historia a Robert Walton. Y él se la cuenta a su hermana, y a nosotros los lectores a la vez, y resulta que claro, al final hasta el propio doctor Frankenstein (que es el hombre rescatado) le ayudó a Walton en la corrección y redacción del texto, sobre todo en los diálogos que él mismo mantuvo con el monstruo de su creación. Porque hay un momento digno de alabar en que el monstruo sale al encuentro de su creador y le cuenta su propia historia, lo cual nos permite empatizar y comprender los sentimientos de la bestia. ¿Y qué quiero decir con esto? Pues probablemente nada.
Me ha gustado bastante.

8 comentarios:

  1. Moraleja: estudia todo lo que quieras, pero se te puede volver en contra. Grande Frankenstein!

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  2. Conclusión: si viajas en el tiempo con una tostadora no toques nada, pues podrías alterar el curso normal de los acontecimientos...

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    1. Seguro que lo conoces, pero si no échale una ojeada al relato El ruido de un trueno de R. Bradbury que va justo de eso y es la ostia.

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    2. En efecto, es la ostia. Dejo el link en español y en inglés:

      http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/bradbury/ruido.htm

      http://www.lasalle.edu/~didio/courses/hon462/hon462_assets/sound_of_thunder.htm

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  3. Yo leí la novela hace mucho tiempo y también me encantó pero aún así sigo llamándole Frankenstein al monstruo que causaba espanto con sus dos tornillos mal puestos y sus andares de sonámbulo. Demasiado tarde para cambiar esa asociación. Todos llevamos un Frankenstein dentro (un monstruo y un un loco ambicioso)Me encantó tu reseña. Saludos!!

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  4. Ya era hora de que te lo terminaras, rotten garlick.

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  5. Genial, otro miembro del círculo clandestino e iniciático de personas que se han leido Frankestein y sabe que en realidad tenía un pelazo tarzanesco color azabache y unos dientes blanquísimos. Te recomiendo una reseña que se ha hecho de este libro publicada en La Biblioteca imaginaria.
    Por cierto, el oculto escribidor de este texto es barbatero.

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  6. Muchísimas gracias a todos por pasaros. Tomo nota de moralejas, conclusiones, sabias recomendaciones, ligeros reproches, elogios encantadores y todo lo que venga de mentes tan claras (y a la vez turbias cuando venga al caso) y certeras (o en todo caso fallidas intencionadamente) como las de ustedes. Gracias

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