Se hizo lo que se pudo

 

...Y muy a pesar de haber terminado la última entrada de este blog hace seis años diciendo que yo seguiría escribiendo, lo cierto es que no lo he hecho mucho; o quizás un sexenio no ha sido tiempo suficiente para organizarlo. Quizás a un ejercicio de soberbia desbocada debe seguir necesariamente uno de humildad silenciosa, y aunque llevaba ya un tiempo con el sentimiento de que le estoy perdiendo de nuevo el respeto a las palabras, no ha sido hasta leer Aré lo que pude, de Daniel Fuentes Casado, cuando me he convencido de que tenía que soplar el polvo (que ya no volverá a ser el polvo enamorado que era antes) al ejercicio de la malinterpretación y engrasar así la maquinaria de la maravillosa endogamia letrada.

Daniel Fuentes Casado es poeta y narrador de todas las épocas literarias a la vez, y en su poesía se condensan todas las emociones posibles a las que podría aspirar un lector cualquiera, como en una especie de umame de los sabores literarios. El amor, el desamor, la atracción sexual, la reflexión vital y la dimensión social del individuo se dan cita en una versión cómica y cósmica del dolor de pensar pessoano.

La erudición a carcajadas, así como la vida a borbotones, se abren paso entre poemas de muy distinto tono que le pueden hacer a uno tener la sensación de viajar constantemente entre extremos opuestos, como una pelota de pádel a lo largo y ancho de la experiencia humana, dando bandazos en una pulsión imparable por dominar todos los confines del cubículo donde se desarrolla el juego.

Y no se trata solamente de la envidiable capacidad para encontrar las palabras exactas, sino que además Daniel Fuentes Casado nos regala en su antología un auténtico muestrario de maneras de versificar con un profundo sentido del ritmo y la métrica que ni los antiguos poetas medievales del llamado Mester de Clerecía se podrían vanagloriar de hacerlo con más esmero1.

"Entonces serán poesías relamidas, cursis, y de una pedantería inaguantable", podrá pensar algún incauto. Nada más lejos de la verdad. La variedad de registros, tonos y métrica va en dichosa consonancia con la variedad temática, lo que confiere a todo el poemario ese aura de viaje fácil y sincero, esa auténtica enmienda en las brechas de lo cotidiano que te engancha a su conversación amiga.

Porque lo más probable, querido lector, es que si alguna vez has estado vivo y has reído, o si alguna vez has leído libros y te has enamorado; sientas que la voz poética de Aré lo que pude te está apelando a ti directamente.

Y con esto me despido. Daniel aró lo que pudo y yo prometo estarme callado, aunque solo sea por llevarme la contraria.

1“...a sílabas contadas, ca est grand maestría”: así terminó la segunda estrofa el autor del Libro de Aleixandre (siglo XIII) que se consideró el iniciador del ya mencionado movimiento poético.