Como una más de las bofetadas del destino, poco después de mi
última publicación en este blog, donde me quejaba de esos estudios
introductorios insoportables como ese hombre que va al cine de
segundas y no puede evitar hacerte saber lo que sucede en la pantalla
y lo que vendrá después; como digo, a los pocos días después de
quejarme adquirí un librito que ya es para mí una joya, una
antología de cuentos de Chejov, y que tiene, antes de la
introducción, una introducción general que viene a decirnos algo
así: «...puesto que los placeres de la lectura son inseparables de
las sorpresas, secretos y revelaciones que todas las narraciones
contienen, aconsejamos fervientemente que el lector disfrute primero
del libro antes de pasar a la Introducción». Wordsworth Classics,
chapó.
Y en fin, después de estas digresiones sin mayor importancia,
permítanme que pase a exponer algunas otras de relevancia aún menor
sobre una de las obras maestras del archiconocido George Orwell:
1984.
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George Orwell |
Como todos sabemos (ahora que lo sé
me vanaglorio de incluirme en todos), George Orwell nació en la
India a principios del siglo veinte, aunque pronto se mudaría a
Inglaterra. Después de aquella mudanza, mucho después, estuvo en
Francia, y también en España combatiendo en nuestra queridísima
Guerra Civil, donde estuvo hasta que cayó herido. Fue reportero de
guerra durante la Segunda Guerra Mundial y en 1948 escribió esta
novela que lo hizo famoso mundialmente, y que se vio publicada en
junio del 49. George Orwell murió durante el invierno siguiente a la
publicación de este libro. Así que ya lo saben, si piensan escribir
una obra maestra de la literatura, mejor espérense al lecho de
muerte, o a la llegada inminente del mismo, ya que según parece no
está permitido seguir vivo después de que uno se siente a escribir
el logro más grande de toda su obra.
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Portada de la primera edición inglesa (1949) |
Y en medio de todo eso tenemos a un
héroe amedrentado, consciente de que algo va mal, empleado del
Partido a cargo de cambiar noticias del
pasado según las conveniencias del presente, para que no haya rastro
alguno de otra verdad más que la del Partido. Este héroe se llama
Winston y es una persona más o menos normal, con la que cualquiera
podría sentir cierta empatía: tiene alguna que otra ensoñación
revolucionaria e inclinaciones hacia lo que podríamos denominar
sentimientos humanos. Es a través de su historia como el autor nos
muestra esa distopía, ese futuro distante y probable, como una
especie de advertencia a las
generaciones venideras contra
algunas de las herramientas de control más poderosas pero
aparentemente menos
importantes:
la abolición de la privacidad, la
creación del enemigo común nacional y la exaltación de la
victoria, la estupidez
generalizada y
preventiva, el desprestigio
del pensamiento individual y crítico...
Quizás por eso sigue y seguirá siendo una novela de actualidad.
¡Te queremos, Gran Hermano!